Sociólogo de vocación y licenciado en Biología de profesión. Un hombre alegre, dedicado y audaz; cordial y atento. Seguro de lo que él ha construido. Habla de la vida con experiencia y de sus metas con claridad. Con pensamientos sabios y voz pausada, platica de su ámbito personal y profesional.
Él es Arles López Espinosa, 'cuyabro' de nacimiento. Felizmente casado y “castrado”, como él mismo se define. Valentina, su hija, su “más grande tesoro, la luz de su vida”. Su esposa, su único amor.
Él es Arles López Espinosa, 'cuyabro' de nacimiento. Felizmente casado y “castrado”, como él mismo se define. Valentina, su hija, su “más grande tesoro, la luz de su vida”. Su esposa, su único amor.
De
raíces paisas. El menor de nueve hermanos. Su apariencia relajada y sencilla la
conserva de joven. Tras sus lentes parcos, fija una mirada coqueta. Su vocación
por la docencia lo ha acompañado toda su vida. Los estudiantes, por los que
lucha día a día, “son lo más importante en ese puesto”. El amor y la pasión por
la educación primaria, secundaria y universitaria lo llevaron a convertirse en
un ser respetado.
Una
sonrisa amable lo acompaña siempre. Sus pasos largos y rápidos son sinónimos de afán. De cabello ondulado, teñido
por la nieve de los años de tanto venir andando, pero como dice la canción:
“con historia sin tiempo”.
“Decano
de la facultad de Educación” ésta es una de las frases más recurrente en sus
textos, oficios y cartas. Pronunciar su estado profesional es lo que más lo
hincha de orgullo. Se define como
solidario y buena gente, amante de la literatura y enamorado de la poesía.
Neruda inspira sus noches y Benedetti alumbra sus días.
Sus
conocidos lo tildan de “chévere”. Destacan sus virtudes y reconocen el trabajo,
que con esfuerzo, buena disposición y compañerismo, ha desempañado por más de
un año. Popular en su “bloque”. Con 52 años de vida recuerda su paso por el
colegio y con nostalgia pronuncia 6 palabras: “eh, Mafe, cómo pasan los años”.
Los
cuadros abstractos adornan su oficina. Papeles regados esperando firmas decoran
su escritorio y, mientras habla y recuerda su pasado, el viento que filtra su
oficina hace de las suyas. Una amplia biblioteca que organiza con delicadeza es lo que más cuida. Recuerda con exactitud el espacio de cada libro mientras
acomoda con precisión otros tantos.
María
Fernanda Ramírez Tejada
Agencia
Q.
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