31/5/11

ENTREVISTA/ UNA MUJER 'INCONTROLABLE' QUE ROMPE PARADIGMAS


Fueron aproximadamente 80 mujeres, que reclaman igualdad de género y rechazan el machismo, las que ocuparon el pasado 26 de mayo el Auditorio Euclides Jaramillo Arango de la Universidad del Quindío.

Ese día se realizó el I Foro Internacional ‘Los Derechos de las Mujeres Imprescindibles para el desarrollo’, donde se habló sobre lo que se ha hecho no sólo en el Quindío, sino en Latinoamérica y el Caribe por la protección de los derechos de la mujer.

El evento se realizó con el apoyo de la Red Alma Mater, el Consejo de Mujeres de Calarca, el programa de Trabajo Social de la Universidad del Quindío y la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC).

Las conferencistas, que transmitieron ganas para seguir luchando por los derechos de la mujer, fueron Lisa Cristina Gómez, de ONU Mujer; Claudia Ramírez, de Sisma Mujer; y María Ortiz, de la RSMLAC.

María Ortiz Rivera, puertorriqueña de 51 años de edad, además de ser bella es muy inteligente. Es una dama que desde sus 21 años trabaja en pro de los derechos de las mujeres, labor que no abandonará hasta el día de su muerte.


¿Cómo ha ayudado desde su profesión a luchar por la equidad de género?

Yo he sido activista de los derechos de las mujeres por los pasados 30 años, he trabajado el tema de violencia doméstica y también el de prostitución y tráfico de mujeres. He estado vinculada a bastantes organizaciones entre las que está la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, de la cual soy militante.

Por otra parte, soy abogada de profesión y trabajo en el campo del derecho de familia, el 98% de mis clientas son mujeres que me contratan para procesos de divorcio, muchas de ellas han sido víctimas de violencia doméstica, física y emocional.


¿Cuál fue su principal motivación para trabajar como activista de los derechos de las mujeres?

Cuando yo ya vivía fuera de casa, estaba estudiando en Rio Piedra, en la Universidad de Puerto Rico, me hice una gran amiga, en ese tiempo yo tenía 18 años. Mi amiga tenía un hogar, lo conformaban su esposo y sus dos hijos. Un día, de repente, me llama y me dice que la recoja porque su marido la había golpeado en la cara con unos patines. Yo estaba realmente sorprendida porque él parecía ser un hombre culto, era estudiante de psicología comunitaria. Me pareció absolutamente espantoso lo que estaba pasando.

Mi amiga finalmente se divorcio de él y tuvo que dejar la custodia de sus niños, pues ella no tenía cómo sostenerlos. Esta experiencia despertó en mí la conciencia de que las mujeres sí vivían este tipo de violencia en las relaciones de pareja y de que, además, parecía ser que casi cualquier tipo de hombre podría ser un maltratante.

Pero antes que eso, cuando yo tenía 7 años, solía escuchar conversaciones de mi madre con mis tías. Ellas hablaban sobre una prima, la cual era maltratada por su esposo, pero al que no podía dejar porque dependía de él económicamente.

Yo todavía era muy pequeña y no entendía muy bien las cosas. Sin embargo, cuando llegué a la universidad até ese recuerdo a la situación de mi amiga y en ese momento fue cuando empecé a trabajar con asuntos de los derechos de las mujeres en la vida universitaria. Comencé participando en foros, talleres y debates. Leí muchísimo sobre el tema y ahora no terminare de trabajar para esto hasta que me muera.


¿El resultado de su labor es el que esperaba cuando inició?

Sin duda a través de mis trabajos, independientes y colectivos, he logrado cambios en la forma de pensar de las mujeres. Ellas entienden y cobran conciencia de su situación. Evidentemente, las transformaciones no son inmediatas, éstas toman tiempo y se dan lentamente. Es un proceso progresivo, con el que no se puede dejar de trabajar. Es una lucha permanente e interminable.


¿Cómo lograr que las mujeres tomen conciencia de su situación?

Es un proceso que requiere que nosotras pasemos revista de todo lo que hemos aprendido, de cómo nos hemos aprendido y presupone empezar a reconstruirnos. No es un proceso sencillo, pues debemos redefinirnos como mujeres, como sujetos de derecho y como ciudadanos. Es un proceso en el que debemos repensar todos los roles que nos han asignado y, de esta manera, analizar si de verdad los queremos asumir por nuestra propia convicción. Debemos cambiar nuestra manera de ser, sentir y pensar. Lo más importante es entender que la manera como nos hemos aprendido no nos beneficia para nada, el paso a seguir es estar dispuestas a cambiar la estructura.


¿En qué momento se cuestionó sobre los roles que debía asumir como mujer?

Mis padres tenían una cosmovisión como mujer diametralmente opuesta a la mía, eran totalmente convencionales y tradicionales. Un tiempo fui sumisa, pero luego empecé a hacerme preguntas básicas como ¿por qué yo tengo que fregar los platos y mis hermanos no? ¿por qué mientras ellos salen a bailar yo debo quedarme planchándoles la ropa? ¡Ellos también tienen 2 manos!

Así fue cuando llegue a la universidad y encontré a personas con pensamientos similares. Empezamos a llamar las cosas por su nombre: cultura machista, ideología patriarcal.


¿Piensa que la Ley 94 de Puerto Rico y la Ley 1257 de Colombia, que hablan de la protección de violencia contra las mujeres y las cuales se discutieron durante el Foro, son eficientes?

Yo creo que de alguna manera han funcionado, pero estas leyes solas no logran un cambio total de cumplimiento de derechos a las mujeres. No sólo se deben cambiar las leyes, se debe cambiar la educación, la cultura, la política y la religión. En pocas palabras, se deben cambiar las estructuras, para que realmente se pueda dar esa transformación.


En la conferencia usted menciono que los hombres son muy solidarios entre ellos, mientras las mujeres son egoístas con su mismo género ¿Cuál cree que es la causa de este fenómeno?

Creo que eso se debe al proceso de socialización de las mujeres desde pequeñas. De niñas estamos siempre solas jugando con las muñecas, mientras los barones disfrutan del fútbol en equipo, si alguien falta el equipo no funciona. Nos han enseñado a mirarnos como sospechosas entre nosotras, como enemigas. Lo que se debe hacer es romper ese paradigma y aprender a ser solidarias entre nosotras para lograr salir adelante.


¿Cómo define usted a una mujer?

Las mujeres somos tenaces, tiernas y capaces. Tal vez, como se dice por ahí, somos más fuertes por el hecho de que nos ha tocado luchar para poder ganarnos espacios. Un hombre abre la puerta, entra a un lugar y ya tiene la mitad de la pelea ganada; una mujer entra al mismo lugar y tiene la mitad de la pelea perdida, sólo porque es una mujer. Así que la mujer va a tener que luchar el doble para ganar la batalla. Siempre he creído que si a los hombres les tocara parir la humanidad estaría perdida, porque ellos no resisten el dolor.


Entrando un poco en la parte personal ¿Cómo ha manejado usted sus relaciones de pareja?

Bueno, cuando yo estaba en la universidad tenía un novio que era muy machista, por eso teníamos muchas discusiones y obviamente termine con él. Pues algo que sí detesto es que me controlen. Luego, cuando tenía 33 años, tuve un compañero con el que conviví 17 años, con él nos entendíamos muy bien, era una persona madura y me apoyaba como activista feminista; él falleció hace un año. Ahora, tengo una compañera, a la que amo mucho. Y en cuanto al tema de hijos, decidí no tenerlos.


¿Cree que el pertenecer a movimientos feministas influyó a que tuviera gusto hacia las mujeres?

En absoluto. Simplemente, ella llegó a mi vida, la conocí y me enamoré. El ser activista de movimientos femeninos no tuvo nada que ver en mis sentimientos hacia ella. Además, yo creo que nosotros somos heterosexuales porque lo aprendemos así y eso es lo que, supuestamente, es normal. ¿Qué hay de malo en ser homosexual?


¿Por qué decidió no tener hijos?

La situación de mi amiga, las conversaciones que escuchaba de mi mamá y mis tías y la relación constante con mujeres en mi trabajo han hecho que me dé cuenta cuán intenso es la maternidad para las mujeres, todo lo que ellas sacrifican en torno a la maternidad, como ésta les cambia la vida. Entonces, al ver que era algo que tenía que ver con mi cuerpo, que pasaba por mi cuerpo, yo iba a hacer un ejercicio de derecho sobre mi cuerpo y así decidí que eso no lo quería hacer.


Un mensaje para las estudiantes uniquindianas

Les aconsejo que empiecen a trabajar con ese proceso de construir solidaridad entre las mujeres, que miren al futuro como una posibilidad para el cambio. El cambio positivo depende de nosotras y de nadie más, nosotras vamos a ser la diferencia, nosotras somos la diferencia.

María Cecilia Rodríguez
Especial para Agencia Q

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