25/3/11

CONVERSATORIO DE INGENIERÍA

Por la estabilidad de la tierra.



Efectos del agua en la estabilidad de taludes de origen volcánico fue en esta oportunidad el tema del conversatorio de ingeniería, que se realiza cada miércoles como parte del proyecto cultural de la Facultad.

La exposición inició con la definición de algunos términos que pueden llegar a confundirse y que era importante tenerlos claros para entender lo que iba a decir Carlos García, ingeniero civil y MSC I.C en geotecnia.

Tanto una ladera como un talud son masas de tierra que poseen pendiente o cambios de altura significativos, la diferencia entre ambos es que la primera es natural y el segundo es artificial. El hombre construye un talud para darle estabilidad al suelo, de modo que resista la presión de la tierra tras él.

Sin embargo, “la ingeniería y la geotecnia son procesos humanos, son falibles, lo que se hace es estudiar una serie de factores, determinar el problema, las características más apropiadas del talud para solucionarlo y bajo qué condiciones puede fallar la construcción”, dijo García, luego de contar una historia en la que un talud muy estable falló ante una lluvia. El talud había sufrido un proceso de deterioro, sólo faltaba un detonante para vencer su resistencia.

Los factores detonantes pueden ser los sismos, las erupciones volcánicas, la erosión, el hombre y la lluvia. Los dos últimos puntos están directamente relacionados con los efectos del agua en la estabilidad de los taludes, pues a mayor agua menor estabilidad.

De modo que antes de iniciar la construcción debe establecerse cuántos milímetros de agua caen en una ciudad, qué tanta agua absorbe y retiene el suelo del sitio, cuál es el nivel de agua del subsuelo y cómo varia de acuerdo al clima (por ejemplo, en temporada de lluvias el nivel sube) y cuáles son los factores externos que contribuyen a la filtración de agua en un terreno.

Con el fin de ilustrar sus palabras, el ingeniero mostró algunos casos de Armenia, en los que ha trabajado. Entre ellos el del barrio Manuela Beltrán, donde había un talud inestable que comprometía la vida y el patrimonio de los habitantes de seis viviendas. Los niveles de líquido aumentaban de manera acelerada, porque una casa botaba el agua del lavamanos y del lavadero sobre el talud y algunos propietarios habían ampliado su patio cortando una parte del mismo.

Aparte de hacer el acondicionamiento del terreno, la solución consistió en reubicar a los integrantes de la casa con mayor riesgo (aquella que botaba el agua al talud), concienciar a la comunidad de la importancia de su talud y enseñarle a cuidarlo.

Jennifer Andrea López
Agencia Q

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