Por las canchas universitarias no iban estudiantes, iban
payasos, brujas y hasta ratones maquillados con alegría y emoción.
Con los tradicionales colores negro y naranja se vivió la
fiesta de Halloween. El ambiente terrorífico que caracteriza cada 31 de octubre
vistió de un particular misterio el campus uniquindiano.
Desde la infancia, la mayoría esperan ansiosos la víspera de
“Todos los santos”, día en el que están permitidos los dulces, en cualquier
cantidad, y los disfraces que reviven personajes típicos de mitos, películas y
cuentos de hadas. Algunos despiertan miedo, otros solo invocan ternura y risa.
Esta fiesta de raíces celtas, también se vivió en la “U”.
Algunos resaltaron por sus disfraces, sus rostros pintados de diversos colores.
Mientras recorrían alegres los pasillos, sus voces rompían el silencio con un
“Triqui triqui”, hecho que a muchos logró hasta desesperar.
“No me gusta que llegue este día, me parece absurdo celebrar
una fecha que solo busca un puesto en el comercio. Me fastidia ver a la gente
pintada y disfrazada de algo que no es uno. Pienso que sería una mejor opción
guardar dinero y energía para una época tan bonita como lo es Navidad; a eso si
le invierto mi tiempo, porque son unos días de los que se puede aprender,
disfrutar y vivir”, aseguró Jairo Moreno, estudiante de Trabajo Social.
Tal vez, rescatar la tradición fue el motivo que llevó a
algunos estudiantes uniquindianos a
festejar “una fecha llena de colores,
alegría y magia. No la magia de aparecer o desaparecer cosas, pero si la
que se vive en el interior, la que se siente al compartir con la familia, los
hijos y los amigos”, dijo Juan Sebastián Montoya, estudiante de Enfermería.
La verdad es que Halloween ya no es solo de los niños, sino
de muchos mayores que esperan la noche para irse de fiesta, o que sin importar
la radiante luz del día lucen sus mejores rostros.
María Fernanda Ramírez Tejada
Agencia Q
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